
GRACIAS MIGUEL. PARA SIEMPRE.
Cuando alguien nombra a Miguel de la Quadra Salcedo veo un cielo increíblemente estrellado. Un cielo terriblemente oscuro pero que a la vez ha sido invadido por un ejército de pequeñas luces que forman constelaciones para mi desconocidas. Es el cielo de la playa Yumaque, bahía situada en la costa pacífica peruana, dentro de la Reserva Nacional de Paracas. Creo que fue en esa lejana playa, en uno de los primeros días de la Ruta Quetzal 2014, con 15 años , cubierto por aquel manto de estrellas y rodeado por otros 200 chicos y chicas que en aquel momento me eran desconocidos, cuando aprecié por primera vez lo grande que era la Ruta Quetzal. Lo grande que eras tú, Miguel.
Te conocimos ya con 82 años, y pese a tu avanzada edad, cada vez que nos hablabas, ya fuera en el Canal de Isabel II o en el castillo de Javier, un extraño sentimiento, mezcla de ilusión, aventura, curiosidad y ganas de vivir nos invadía, apoderándose de nosotros.Y corríamos a escribirlo en nuestros diarios.
Tú, a través de la Ruta, nos has hecho visitar lugares y monumentos increíbles. Nos has acercado culturas lejanas y nos has dado a conocer la historia más antigua. Pero sobre todo, nos has descubierto nuevas posibilidades que antes no sabíamos ni que existían.
Miguel, gracias a la Ruta Quetzal has conseguido que más de 200 jóvenes cada año cambiemos radicalmente nuestra forma de pensar. Tú y la Ruta habéis sido un punto de inflexión en nuestras vidas. Nos has enseñado a sentir curiosidad por todo, a querer saberlo todo y a abrirnos a lo desconocido. Nos has activado. Has conseguido que sintamos que conocer el mundo significa comprenderlo y, sobre todo, querer mejorarlo.
La Ruta que tú fundaste nos ha demostrado que tras una cara desconocida se puede esconder un gran amigo y que la comodidad que nos proporcionan un colchón o un ordenador no se puede comparar con la maravillosa sensación de estar sentado alrededor de una hoguera y levantar la cabeza para descubrir un cielo repleto de estrellas que pertenecen a otros mundos.
No sé si en algún momento de tu vida fuiste consciente de todo esto, pero lo que hiciste fue algo grande, tremendamente grande. Tú, que te comiste la vida, has logrado que nosotros queramos devorarla. Muchas gracias, Miguel.
Para siempre.